sábado, 24 de marzo de 2007

El Laurel Mágico: 5 Fenicios.

Aquella tarde estaba nublada y amenazaba tormenta, por eso toda la "cuadrilla" se había metido al garaje a jugar.
Estaban a sus anchas tirados por los suelos los unos, saltando en el sofá los otros, y dando una guerra infernal todos ellos.
Cuando el abuelo entró en el garaje y vio el panorama, les riñó:
- ¡Pero bueno...! ¿Vosotros creéis que se puede saltar así en el sofá? Lo vais a destrozar y, más grave aún: os vais a hacer daño tirándoos los unos encima de los otros como el que se tira a una piscina. ¡Así que se acabó. Ahora mismo os salís ahí fuera a jugar...!
Henar replicó enseguida:
- Pero abuelo, ¡si es que va a llover...!
- ¡Pero todavía no llueve -dijo el abuelo-, así que fuera a jugar!
Se miraron los unos a los otros con gestos de complicidad y al final, Henar hizo un gesto de resignación y agregó:
- Bueno, Kira pues tendremos que jugar fuera.
Salieron al linar y les siguieron Roxi, Millán, Alejandra y Pablete.
Una vez fuera fue Pablete quien dijo:
- ¿Y si nos subiéramos al laurel mágico para que nos traslade de época? ¡Nos lo pasaríamos en grande!
- ¿Cómo nos vamos a subir todos? ¡Se romperán las ramas! Además, si nos ve mi abuelo se va a enfadar...-dijo Millán.
...
Mientras tanto, Kira se había subido al laurel y, encaramada en la rama más baja, miraba y remiraba las hojas:
- ¡Roxi, mira ... las hojas tienen letras -la decía en inglés, porque de castellano ni ella ni su hermana sabían ni una palabra- ven a verlo!
No había terminado de decirlo cuando una hoja creció y creció y después de envolverla la hizo desaparecer de la vista de su hermana, quien no creyendo lo que veía se acercó al árbol y subió al tronco para mirar donde se había metido su hermana. Como no la veía empezó a gritar:
- ¡Kira... ! ¡Kiraaaa...!
Al oír los gritos y ver a Roxi, con esa cara descompuesta, subida en la horquilla del árbol, los demás imaginaron lo que pasaba y Millán dijo:
- ¡Pablete, sube conmigo! Vamos a ir al rescate. Los demás quedaos aquí para que no sospeche el abuelo...

Dicho y hecho: Pablete y Millán subieron de inmediato al laurel y ... como no podía ser menos, fueron transportados por la hoja.

Roxi apoyada en el tronco del laurel lloraba por su hermana. Alejandra y Henar la consolaban:
- ¡Que no la va a pasar nada! - Nosotras ya lo hemos probado y ... ¡aquí estamos! -decían. Pero Roxi, que no las entendía, no dejaba de llorar.
...
Kira había sido depositada por el laurel en el suelo con bastante suavidad, pero a pesar de ello lloraba desconsoladamente al verse sola, frente al mar y en un lugar desconocido.
Frente
a ella, una nave con vela parecía acercarse. Miró a ver si distinguía alguna persona, y... ¡oh sorpresa! vio unos hombres en el barco que iban vestidos muy raros... como de otra época...
Por eso cerró los ojos con fuerza
pensando que así no la verían a ella... y, al instante, oyó ruidos a su lado y abrió los ojos muy asustada.
- ¡Kira, vaya susto que nos has dado! -dijo Pablete, al tiempo que la daba un abrazo.
- ¡No te puedes subir al laurel porque te llevará a otra época y a otro lugar! -añadió Millán en plan de regañina.
Kira no sabía lo que la decían, pero sabía que la reprendían y por eso no dejaba de llorar.

-
¡Calla! -dijo Millán- o ¿quieres que nos oigan esos que acaban de bajar de esa nave?
- ¡Qué pasada -exclamó Pablete al ver la nave- si parece una nave fenicia.
- ¿Te quieres callar? -agregó Millán- ¡No ves que nos van a oír y lo mismo nos atrapan, nos meten en la nave y sabrá Dios donde nos llevarán...!
Se oyeron ruidos de caballos detrás de ellos y todos se volvieron a ver que pasaba.
- ¡Qué flipe! ¿Habéis visto? ¡Si es un ejército completo! -exclamó Pablete.
- Habrá que esconderse deprisa -dijo Millán mientras miraba algún sitio donde meterse.
Kira, viendo la movida, dejó de llorar y se tiró entre unos juncos para esconderse.
- ¡Túmbate entre los matojos! -decía Millán a Pablete- que nos van a ver y esta gente parece peligrosa...
Pero ya era un poco tarde.
Los rastreadores de la milicia los señalaban con sus dedos y daban gritos avisando a sus jefes.
Pronto se vieron rodeados por una avanzadilla del ejército tartesio y llevados a presencia de su jefe.
Los que habían bajado de la nave, volvieron a ella con rapidez y, con la fuerza de los remos, se separaron de la costa cuanto pudieron.
...
¡Qué curioso! Kira entendía lo que decían los tartesios lo mismo que Pablete y Millán.
...
Después de cerciorarse de que no eran niños fenicios y viendo que parecían niños de otra época que parecían inofensivos les dijeron que el pueblo tartesio estaba pasando hambre por causa de los fenicios, a quienes habían tratado siempre como amigos y les habían dejado venir a su territorio como comerciantes, pero que, los muy ingratos, no se habían conformado con enriquecerse y hacer dos grandes ciudades Hispalis (Sevilla) y Gadir (Cádiz) en lugares estratégicos, sino que querían arruinarlos y esclavizarlos dando poco valor a los productos tartesios, y estaban tan hartos de fenicios que iban a terminar las cosas muy mal.
Llevados a la ciudad de Tartesos pudieron ver desde lejos a Argantonio, su rey, y escuchar lo que hablaba con su hijo Terión:
-Terión, hijo mío, nuestro pueblo no puede aguantar más. Para dejar de pasar hambre tenemos que terminar con la tiranía de los fenicios. ¿Qué te parece que dividamos nuestro ejército en dos y ataquemos al mismo tiempo y por sorpresa Hispalis y Gadir?
- Padre -dijo Terión- creo que es una buena idea. Tu puedes dirigirte hacia Hispalis para someterla, mientras yo hago lo mismo con Gadir.
- ¡A estos niños hay que hacerlos regresar a sus casas! ¡Llevadles al lugar donde los cogisteis! -dijo el capitán que estaba con ellos.
Así lo hicieron y nosotros aprovechamos para volver al laurel y regresar al linar.
...
En brevísimo tiempo salieron los ejércitos dirigidos por Argantonio y Terión, su único hijo para atacar a los fenicios.
Pero los espías fenicios avisaron a sus jefes y estos no se descuidaron y reunieron en Hispalis y en Gadir ejércitos muy numerosos para atacar la ciudad de Tartesos que había quedado desguarnecida por la salida de sus tropas para atacar las ciudades fenicias.
La ciudad quedo destruida rápidamente y todos sus habitantes murieron.
Mientras el ejército de Argantonio vio un resplandor en su ciudad e intentó rápidamente volver, pero ya era tarde, y sobre Argantonio cayeron los fenicios hasta que mataron a todos incluido Argantonio.

Tan sólo quedó un fugitivo que corriendo se fue a dar aviso a Terión diciéndole todo lo que había acontecido.
Y entregó a Terión lo único que había quedado, que eran las insignias reales, y puso a los pies de Terión un lienzo en el que aparecían los brazaletes, y el collar del Rey de los Tartesos.

- ¡Venganza! -
exclamó Terión y fue con su ejército a conquistar Hispalis.
Llegando a Castilleja de la Cuesta acamparon, ocultándose en los bosques para pasar la noche.
Al amanecer Terión estaba decidido a atacar.
Pero como había muerto Argantonio y de todos los sucesores del Rey sólo quedaba él, entonces no podía dejarle las insignias reales a nadie.
Así que tuvo que enterrarlas en un cántaro de barro en un pequeño agujero que hizo en la tierra.
Terión se arrodilló para orar a los dioses y después enterró las insignias.
- ¡Oh dioses de la guerra, dadme fuerzas para terminar con los fenicios, vengar a mi padre y salvar a mi pueblo!
Vuelto Terión al campamento lanzó su ejército contra los fenicios que perecieron todos y conquistó Sevilla, muriendo Terión en el intento, con lo cual nunca pudo recuperar sus joyas.
Más tarde los tartesios también invadieron Cádiz y la conquistaron con lo que los fenicios fueron aniquilados por los tartesios.
...
- Abuelo ... ¿Tú sabes la historia de Argantonio y Terión? -dijo Millán.
- Claro que la sé.-contestó el abuelo- ¿Por qué lo dices?
- ¡Porque en algún sitio de Andalucía debe haber enterrado un cántaro con un tesoro! -dijo Millán.
- Ya no, -dijo el abuelo- porque, después de dos mil años, unos obreros al hacer unas zanjas para el Club del Tiro de Pichón en el
Cerro del Carambolo encontraron un cántaro de barro
en el que aparecieron las insignias reales de Argantonio, que hoy día se exponen en el Museo Arqueológico de Sevilla.
- ¿Y cuando lo han encontrado? -dijo Millán, incrédulo.
- El 30 de septiembre de 1956, y como lo encontraron en ese cerro lo llaman "el tesoro de Carambolo"