-¡Hola!- dijo el mosquito con escafandra blanca, zapatos verdes y antenas amarillas.
- Soy Nogalín, el mosquito marciano que he venido a este planeta de exploración y me he perdido.
-¡Hola! Yo soy Víctor. Sería un gran placer para mi, poderte ayudar en tu exploración.
-¡Fenómeno!- exclamó el mosquito con escafandra blanca, zapatos verdes y antenas amarillas.- Tenía un plan de vuelo preparado pero algo falló en los sistemas de orientación y no encuentro la planta en la que debería haber aterrizado y solo desde ella podré alcanzar mi aeronave para regresar a mi planeta.
-¿Qué tipo de planta es?- preguntó Víctor con ganas de colaborar.
-Es un nogal pequeño que está en el jardín de una casita de Bustarviejo,- respondió el mosquito aeronauta de otro planeta.
Víctor recordó que en el jardín de su casa tenían plantado un arbolito que daba nueces y se llamaba nogal y se ofreció a acompañar al mosquito explorador hasta él.
-No vas a tener problema. Yo sé donde está ese arbolito.
-¡Muchas gracias!- dijo el mosquito con escafandra blanca, zapatos verdes y antenas amarillas.- Yo creía que todos los terrícolas erais unos pelmazos pero veo que estaba equivocado. Sois muy amables.
Cuando Víctor y el mosquito con casco y antenas, iban a abandonar la habitación, se apagó la luz y quedaron a oscuras.
-¡Ah!- gemía el pequeño mosquito astronauta a voz en grito- ¡Esto es obra de la plaga estelar que quiere acabar con nosotros!
Víctor se tronchaba de risa con el terror del mosquito marciano que tanto chillaba y le explicó que sólo se trataba de un apagón de luz de los muchos que había mientras arreglaban los cables de la plaza de Bustarviejo que estaban sobrecargados con las luces de las fiestas.
Víctor fue tocando la pared hasta llegar a un armarito y de él sacó una linterna para alumbrar el camino.
Enseguida encontraron la puerta y bajaron las escaleras con cuidado hasta que llegaron al jardín.
-¡Ese es el nogal!- dijo Víctor.-Pero te será muy difícil alcanzar la punta.
-¡No hay problema!- contestó el mosquito astronauta frotándose las antenas.
Y metiendo una de sus patas izquierdas a un bolsillo, sacó una cajita, con otra de sus patitas la abrió y cogió un pellizco de polvos mágicos. Espolvoreó todo su cuerpo de mosquito marciano y, una nube luminosa como de plata, ligera como una pluma, la elevó por los aires y lo depositó cuidadosamente en lo más alto del nogal.
A Víctor le palpitaba el corazón y se le aceleraba el pulso de la emoción. Nunca había visto un hecho tan fantástico.
De repente, apareció a toda velocidad una nave brillante, como de plástico, que aterrizó en la cumbre del pequeño nogal del jardín de Víctor y otro mosquito con escafandra salió a recibir a su compañero.
-¡Gracias, Víctor!- gritó el mosquito amigo- ¡Cuando termine la exploración volveré a visitarte!
Víctor veía como la nave de plástico con los dos mosquitos exploradores con escafandra blanca, zapatos verdes y antenas amarillas se alejaba, a toda velocidad, en dirección a otro planeta.
Volvió a casa pero no siguió guardando la ropa en su armario porque aún estaba muy excitado y el corazón no le dejaba de palpitar. Seguro que nadie le creería pero él sabía muy bien que había ayudado a un mosquito marciano y explorador con escafandra blanca, zapatos verdes y antenas amarillas, a regresar a su planeta.
P. Santos.